luns, 8 de marzo de 2010

SEMANA DA PRENSA


Se foras un xornal,...

Como te sentirías? Esperarías anhelante que te colleran e detivéranse nas distintas seccións que tes? Ou desexarías permanecer nun rincón sen que che fixeran caso.

A continuación podedes ler e disfrutar co relato de "El periódico" de Mary Solari, publicado pola Ed Santillana.



EL PERIÓDICO



El periódico llegó al quiosco, apretado entre sus otros compañeros clónicos, bien atado con unas cuerdas. ¡Plaf! hizo el paquete al caer en la acera cuando aún amanecía. Allí quedó, esperando en el suelo, abrigado por sus hermanos, hasta que llegó el quiosquero y desató el paquete para ponerlo en uno de los estantes.

Era un quiosco grande. Tenía todo tipo de publicaciones que se alineaban, bien ordenadas, en los expositores. Las había para todas las edades, gustos e ideas.

Pronto, el periódico sintió que la pila de ejemplares que tenía sobre él iba dismunuyendo. Un hombre de traje azul y corbata de seda de alegres colores se llevó a uno de sus compañeros. Otro caballero, con corbata de rayas y sombrero, cogío al vecino situado a su derecha. Una muchacha con pantalones vaqueros y enormes botines, al colocado a su izquierda.

Por fin se llevaron al que estaba sobre él y quedó en primera fila. sitió un poco de fresco, pero lo aguantó bien. Tenía tantas ganas de ir a repartir noticias que no le importó quedarse desprotegido.

- Buenos días, Lorenzo - dijo un joven al quiosquero-. Me manda el ajefe a buscar los periódicos. Me llevo éste y el de los deportes. Anótalo en su cuenta.

- De acuerdo, Paco. Hasta luego.

Y una mano lo levantó por los aires hasta alojarlo bajo el brazo. A través de la camisa del muchacho, olió su desorodante. Esto le hizo recordar la publicidad que llevaba en una de sus páginas: Desodorante Rasputín. Una viril forma de oler bien".

En la calle, el periódico aprovechó para mirar a su alrededor. Había bastante ajetreo y el tráfico era intenso. Paseaban muchos colegiales. Algunos, con la mochila a la espalda, cargados como caracoles. Otros, tirando de mochilas con ruedas.

Mientras tanto, Paco caminaba silbando y leyendo los titulares del periódico de deportesl Luego entró en un bar.

-No tiene muy buenas críticas el árbitro de ayer, jefe -le dijo el jovén a un hombre que trajinaba ante la máquina de café.

-Es que el penalti que pitó era muy discutibles-respondió el hombre.

-Yo, hoy, prefiero no hablar de fútbol. Por favor, ponme un café con leche y una tostada -dijo una chica.

El muchacho lanzó los dos periódicos sobre la barra. Mientras se deslizaba por la pulida superficie a una velocidad veriginosa, como un patinador, el periódico se preguntó adónde iba. Cuando creía que se iba a caer por un extremo, la chica lo frenó y, al levantarlo para leerlo, el periódico, tuvo ocasión de ver por encima del mostrador, que le pareció un auténtico precipicio, todo lo que había en el suelo, junto a los taburetes... ¡Uf! ¡Por poco no acaba en medio de aquella terrible suciedad!

La muchacha abrió el periódico por las páginas culturales y leyó la crítica de una película. Él sintió una suave caricia, un delicioso cosquilleo, cuando los dedos de la joven se deslizaron por sus columnas. Luego cayeron sobre el papel unas miguitas que olían a mantequilla. ¡Le pareció una delicia!

-¡Hasta, mañana! - se despidió poco después la chica.

A continuación, una ejecutiva abrió el periódico por las páginas de economía. Echó un vistazo a algunas cifras y el periódico sintió que se elevaba su temperatura. Aquella sensación duró poco porque el compañero de la mujer de negocios le dijo:

- Vámonos. No podemos llegar tarde a la reunión.

El periódico fue pasando de mano en mano hasta el mediodía. se fue ajando con el uso y en él quedaron impresas las huellas de sus diferentes lectores.

Así, la página de cine todavía guardaba las miguitas de la tostada. La sección de economía olía a colonia. Las páginas de deportes tenían manchas de tortilla y a la sección de noticias internacionales le faltaba un trozo que alguien habían arrancado para anotar un teléfono. En las páginas de anuncios había algunos subrayados y un círculo inequívoco de taza de café le adornaba la esquina derecha.

Al periódico todavía le dolía una foto de la página de deportes donde un cliente lo había golpeado con el dedo índice, "toc, toc, toc", mientras decía:

-Éste sí que es un buen jugador. Tres goles marcó en el partido de ayer.

Pero la jornada laboral del periódico no acabó ahí. Mientras le servían la comida, un parroquiano leía la información sobre una importante exposición de pintura que se inauguraba al día siguiente. El papel quedó marcado con una gota de sopa. Al acabar de comer, el hombre lo dejó en una esquina de la barra y el periódico se quedó tranquilo durante un rato, disfrutando de una merecida siesta. En el bar continuó el ajetreo mientras recogían los platos y barrían el suelo. Poco después oyó, todavía adormilado:

- Vuelvo enseguida, Paco.

-¡Vale, jefe!

Y notó que el dueño del bar lo cogía, lo doblaba, se lo colocaba bajo el brazo y caminaba un rato reconfortado por un agradable sol de primavera. El periódico sintió el aire fresco y se encontró muy bien.

A buen paso, el hombre cruzó varias calles hasta llegar a un edificio con una larga verja. Allí se detuvo y se puso a leer. Comenzó por la primera página, de forma metódica, y el periódico sintió el calorcillo de su mirada recorriendo sus líneas.

-¡Hola, papá!- dijo una niña mientras corría a dar un beso a sus padres.

-Reyes, ¿qué llevas a quí dentro, piedras? -dijo al coger la mochila de su hija y comprobar lo que pesaba-. Anda, toma el periódico.

-¿Lo vas a tirar? -preguntó.

-No, todavía no lo he leído entero. ¿Por qué?

-Es que tenemos que hacer un títere de papel usado y me vendría muy bien.

-Cuando lo termine, te lo doy. Me falta muy poco -dijo el padre.

¡Un títere!¡Sería protagonista de un espectáculo! ¡Actuar en un escenario! ¡Era más de lo que podía haber soñado nunca! El periódico sintió una inmensa alegría.

-¿Me vas a ayudar a hacerlo, papá?

-Por supuesto.

Cuando llegaron al bar, la niña dejó el periódico en la barra y saludó al camarero.

-¿Qué desea tomar hoy la señorita? -preguntó Paco con una gran sonrisa.

-Pues póngame un zumo y un bocadillo de queso, por favor -respondió reyes con seriedad, siguiéndole la broma.

La niña tomó su merienda y su padre dio por terminada la jornada laboral.

Los dos se despidieron de Paco y se fueron a casa.

-Venga Reyes, haz los deberes mientras yo leo un rato el periódico y luego nos ponemos a hacer el títere. A ver si está acabado cuando llegue mamá, ¿vale?

Poco después, la niña apareció, dispuesta a comenzar la tarea con su padre.

-La profe nos dijo que hay que romper el papel y remojarlo en bastante agua.

El periódico se quedó perplejo. ¿Para ser títere tenían que meterlo en agua? No esperaba eso. Pero así fue. Padre e hija cogieron un cubo con agua y empezaron a cortar el periódico en trocitos. De pronto se vio transformado en cofetis, a la vez que notaba cómo iba hundiéndose en el agua. Poco a poco, los trozos d epapel se fueron ablandando, deshaciéndose y desintegrándose... El periódico dejó de sentirse como tal, se dio cuenta de que el agua formaba parte de él y ambos se convertían en un todo... Fue entonces cuando perdió el conocimiento.


-¡Es genial, Reyes! -exclamó una alegre voz-. ¡Os ha quedado un títere precioso!

Se despertó con un sobresalto. Una mujer lo miraba con admiración, desde muy cerca. Junto a ella, el padre de Reyes sonreía satisfectho.

-¿Te gusta, mamá? ¿De verdad? -preguntó Reyes con verdadero entusiasmo.

-¡Me encanta! Parece un personaje tan real... con esos ojos tan vivarachos...

El títere sintió que Reyes lo cogía, lo levantaba con cuidado y lo trasladaba a otro lugar. En el cuarto de baño, la niña acercó su rostro y el cuerpo del títere al espejo. A continuació, con voz cantarina y aguda, dijo:

-¡Hola, muñeco!

De repente se vió reflejado al lado de Reyes en el brillante cristal. ¡Era un títere! ¡Un títere de verdad!

-¡Hola!- respondió el títere a la niña.

Y la voz le salió como un graznido, grave, ronca..., porque era una voz que acababa de estrenar.


MARY SOLARI

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